Los perros tienen una forma de comunicarse diferente a la nuestra. Ellos no hablan. No pueden utilizar ni las palabras ni los gestos para indicarnos aquello que les agrada o les desagrada, sin embrago, sí que disponen de su propio lenguaje canino y lo utilizan todo el tiempo para hacerse entender.
Los perros se comunican para expresar lo que sienten y lo que quieren y así poder llegar al entendimiento entre emisor y receptor. Los perros son animales pacíficos y muy «educados» por naturaleza; buscan encajar en el grupo familiar y convivir en paz y tranquilidad.
Tratarán de no ponerse en peligro ni de hacer daño a sus semejantes, expresando con respeto lo que no les gusta o lo que temen y evitando el conflicto y la confrontación.
Entonces, para poder comprender por qué se desarrollan las conductas agresivas hacia las personas de la familia, primero es importante entender cómo aprenden a comunicarse los perros entre ellos.
Comunicación canina
Los perros utilizan todo el cuerpo para comunicarse, desde la cabeza hasta los pies. Emiten expresiones a través de todas las partes de su cara y cuerpo: ojos, orejas, boca, espalda, patas, cola. Estas señales pueden ir desde sutiles expresiones, como una simple mirada de reojo o una pequeña tensión en la cara, hasta expresiones exageradas, como un gruñido enseñando todos los dientes o un gran movimiento de cola.
Afirmar que cuando un perro mueve la cola está contento, es sinónimo de no entender el lenguaje canino. De igual forma, pensar que un perro que gruñe es agresivo, es no conocer ni entender la comunicación canina.
Una cola en movimiento o un gruñido pueden tener multitud de significados dependiendo del resto del cuerpo y del contexto en el que aparece.
De la misma manera que un niño humano no nace con las habilidades comunicativas y lingüísticas desarrolladas, sino que aprende a expresarse a medida que crece y se hace adulto, el perro pasa por el mismo proceso.
De forma natural, cuando el perro nace se relaciona con sus progenitores y hermanos y empieza a aprender a utilizar su lenguaje corporal, así como a regular sus emociones mediante el juego y las interacciones sociales.
Cuando el perro entra en la etapa de la pubertad y la adolescencia (alrededor de los 6-9 meses) el desarrollo de sus habilidades comunicativas adquiere mucha importancia junto al proceso de despertar sexual. El perro sigue aprendiendo a comunicar más y mejor para encajar y establecerse en los grupos sociales. Se da cuenta de cómo influye su comportamiento en los demás y lo regula y utiliza para comunicar lo que siente y conseguir lo que quiere.
Una vez el perro llega a la adultez (sobre los 2 o 3 años edad) alcanza el equilibrio y la madurez emocional. El perro dispone entonces de un abanico muy amplio de señales y habilidades comunicativas para poder expresarse con asertividad y hacerse entender sin necesidad de entrar en conflicto.
Si durante estas etapas, el perro no se ha relacionado o no lo hemos acompañado correctamente ni le hemos brindado la oportunidad de tener las experiencias necesarias para su desarrollo y aprendizaje natural, es muy probable que el perro no alcance la madurez en la edad adulta y tenga dificultades para expresarse y relacionarse con los demás.
Comunicación inter-específica
Si trasladamos este mismo desarrollo natural de aprendizaje entre perros hacia el aprendizaje y desarrollo de la comunicación entre perro-humano (lenguaje interespecífico) nos encontramos con una situación similar.
Cuando adoptamos a un perro es fundamental formarnos previamente para entender el lenguaje canino y conocer las necesidades del perro según la etapa en la que se encuentran, ya que la gran mayoría de problemas derivarán de estos dos puntos.
Lamentablemente , la mayoría de veces, los perros pasan las etapas más importantes de su vida (cachorro y adolescencia) aprendiendo de nuestras «enseñanzas» erróneas y acaban expresándose de forma desequilibrada o pobre.
Los humanos nos comunicamos principalmente con las palabras y las manos y, normalmente, tratamos de enseñar a los perros mediante este mismo lenguaje. Esto es como hablarle español a un chino; al perro le resulta muy difícil entendernos y genera estrés.
El perro hará el máximo esfuerzo para entender y descifrar el mensaje que hay detrás de nuestras palabras y gestos, pero si nosotros no lo entendemos a él o pasamos por alto sus respuestas, crearemos conflictos.
De igual forma que aprenderías chino si fueras a vivir a China, debes aprender lenguaje canino si vas a convivir con un perro.
Cuando los humanos nos comunicamos con el perro mediante nuestro lenguaje de palabras y gestos pensando que el perro es bilingüe y que nos entiende, la cosa empeora. Entonces nos enfadamos si el perro no hace lo que le decimos y tendemos a creer que es «desobediente», en vez de pararnos a pensar si realmente nuestro mensaje es comprensible y tiene sentido para él.
Si pensamos que el lenguaje y el comportamiento del perro tiene algo de malo, es erróneo o no está bien, trataremos de reprimirlo y castigarlo. Esto agravará la situación, ya que el perro buscará formas más exageradas de hacerse entender y es ahí donde pueden desencadenarse las conductas agresivas.
Conductas agresivas
Por lo tanto, es importante diferenciar entre conductas comunicativas y conductas agresivas.
Nos referimos a conductas agresivas a aquellos comportamientos exagerados que llegan a provocar lesiones físicas a otras personas o perros, excluyendo a los típicos rasguños que un cachorro nos hace con sus dientes de leche.
Cuando un perro gruñe, enseña los dientes, nos ladra o incluso nos marca con su boca sin apretar dentro de contextos determinados, no podemos considerar que sean conductas agresivas, sino conductas comunicativas.
Aún así, no hay que restarles importancia, ya que es fundamental entender el mensaje que hay detrás para poder re-plantear las interacciones y buscar formas más amables y respetuosas de comunicarnos mútuamente.
Causas de las conductas agresivas
Como ya hemos mencionado, uno de los principales motivos por los que el perro desarrolla conductas agresivas es por haberle ofrecido una socialización y un acompañamiento inadecuado durante las primeras etapas de vida. Los principales errores que cometemos son:
- Castigar o reprimir las señales comunicativas como gruñidos, ladridos, marcajes, etc.
- Utilizar el lenguaje humano para comunicarse con el perro
- No entender ni respetar sus etapas de desarrollo ni las razones que hay detrás de su comportamiento
- Mala gestión y regulación de sus emociones (alegría, miedo, ira)
- Privación de interacciones con humanos
Otro de los principales motivos es que el animal tenga dolor físico en alguna parte de su cuerpo. Sobretodo cuando las conductas agresivas aparecen «de la nada». Esto no se soluciona con un simple chequeo en el veterinario, ya que muchas veces el dolor puede pasar desapercibido incluso para los profesionales. Debemos estar atentos y observar las posibles molestias en su cuerpo y realizar las pruebas médicas que sean necesarias.
En numerosos casos el problema de agresividad esconde una causa orgánica y es ahí donde debe ser tratado.
Y, para finalizar, hablamos las conductas agresivas aprendidas que normalmente aparecen en consecuencia de lo explicado anteriormente. El perro, tras varias repeticiones y experiencias, aprende que su comportamiento agresivo sirve para solucionar el problema y/o es la única vía entendible para el humano con el que se comunica.
Por lo que, a mayor número de experiencias donde el perro resuelve los conflictos mediante conductas agresivas, mayor consolidación del aprendizaje. Por eso es tan importante acudir a un profesional lo antes posible para poder diseñar y proporcionar nuevas líneas de aprendizaje.
Tratamiento
El tratamiento siempre debe ser diseñado y supervisado por un profesional en etología o en educación canina junto con la familia. Aquí la figura sola de un adiestrador no solucionará el problema.
En líneas generales, lo primero será evaluar el caso de forma global, observando si se están cubriendo adecuadamente las necesidades especificas y los intereses del perro como es la alimentación, el paseo, el descanso, el juego, las interacciones sociales con perros y personas, los niveles de estrés, etc.
También se observará si el perro puede tener dolor y se derivará a un profesional veterinario para que le haga las pruebas pertinentes.
Se averiguarán las causas que han llevado al perro ha desarrollar el problema de agresividad mediante el análisis de su pasado y del trato y la educación recibida hasta día de hoy y se establecerá un pronóstico según todos los datos recabados.
Una vez hecho esto, se aplicarán todos los medios de seguridad para reducir al máximo el riesgo de agresión. Esto puede implicar el uso de bozales y la limitación temporal de espacios e interacciones con la familia.
El tratamiento puede acompañarse con terapias naturales o incluso medicación si fuese necesario y siempre bajo la supervisión y la prescripción de un veterinario.
Se eliminará cualquier método de enseñanza que utilice el miedo, la represión o la fuerza para eliminar la conducta agresiva y se fomentará siempre la tranquilidad, la calma, la comprensión y el trato amable.
Se formará a la familia para aprender a leer el lenguaje y las señales de la comunicación canina, así como a relacionarse de forma correcta mediante el buen uso del lenguaje corporal.
También se enseñará a las personas a anticipar y evitar las conductas agresivas y saber cómo actuar en caso de que éstas se produzcan. Se profundizará en entender las razones que llevan al perro a la agresión.
Con lo que respecta al trato directo con el perro, se realizará un trabajo de regulación y gestión emocional mediante ejercicios cognitivos y juegos que fomenten el aprendizaje de nuevas habilidades comunicativas y mejoren la confianza con los guías.
Apuntes finales
Es importante recalcar y darse cuenta que detrás de las conductas agresivas hay miedo e incomprensión, tanto por parte del perro como por parte de los humanos involucrados en su desarrollo.
Un perro que ha agredido y ha causado daños físicos a personas, requerirá de un trato atento y cuidadoso de por vida por parte de su familia. Aún así, podemos conseguir convivir de una forma armoniosa y compartir muchos momentos de alegría, afecto y amor.
Se recomienda que las personas soliciten ayuda de un profesional en el campo de la psicología clínica para ellas mismas si la situación les abruma, atemoriza o sobrepasa.